Seguimos con nuestro reto de subir todos los techos de España y nuestros pasos nos llevaron hasta el Rocigalgo en Toledo una montaña con unos contrastes realmente enormes.
Salimos el viernes por la noche conduciendo durante horas sin tener muy claro donde íbamos a dormir, ya que esperábamos encontrar la entrada a un aparcadero que había cerca de la montaña junto a una salida de un pueblo llamado Los Alares, pero el camino era impracticable por lo que decidimos aparcar al otro lado del pueblo entre unos arboles donde nos vimos rodeados de ciervos y escuchamos la berrea, así como por accidente, algo que muchas veces pasas noches enteras esperando cuando vas en su búsqueda y nosotros nos la encontramos de repente.
A la mañana siguiente y ya con la luz del Sol permitiéndonos ver, volvimos a consultar nuestros mapas y encontramos otra zona de ataque al aparcadero que estaba mucho mejor y donde había un restaurante en el cual cenamos aquella noche tras regresar de la aventura.
Aviso Nómada: Desde este primer aparcadero donde había gente haciendo acampada libre hasta el inicio de la ruta hay como unos tres kilometros que se pueden hacer en coche y os recomendamos que los hagáis ya que ahorra bastante tiempo por un lugar donde no hay sombras.
Llegamos de este modo al centro de recepción de visitantes donde hay que registrarse y donde explican que hay dos rutas una lineal y otra circular pero mucho más larga y compleja que no recomendaban hacer debido a que no había llovido y que hacía mucha calor, de modo que optamos por la líneal.
Comienza el Sendero
Ya estábamos listos para empezar nuestra ruta, con bastante gente aunque no todo el mundo tiene por objetivo la cima. Cruzamos una cancela para evitar que no pasen coches, pero os recuerdo que os habéis tenido que registrar de modo que TODO ES LEGAL, y comenzamos a andar.
La primera parte del camino es por una pista de tierra por lo que no es duro, de hecho es hasta con un leve descenso en algunos puntos, y cruzando algunos puentes de piedra sobre un riachuelo donde se ven personas descansando, desayunando y refrescando los pies
Pero no es hasta que se llega a un cruce de caminos donde comienza de verdad el ascenso…
Saliendo de la pista principal, a la izquierda, aparece un sendero que comienza con unas escaleras que enfrentan ya la subida, aunque la cima aun está lejos y la misma no se verá hasta unos metros antes de llegar.
Las dos chorreras y las cadenas en la montaña
El sendero comienza a serpentear entre rocas, arboles y en ocasiones con un terraplén importante al lado.
Es por esta zona donde hay más gente, ya que muchos senderístas acuden a la chorrera grande, una cascada bastante impresionante y donde termina el camino para muchos, y la verdad que era un sitio donde detenerse a disfrutarlo un rato.
En este lugar la montaña ya me dio el primer aviso de que no era bien recibido, pues intentando subir al pequeño mirador que hay frente a la cascada se me escurrió el pie y me di un golpe en la tibia, afortunadamente no fue nada grave pero los golpes siguieron ese día.
Se sigue el camino, siempre con el riachuelo a la derecha y ascendiendo entre coladas de rocas sueltas, terreno mas consistente y rocas, incluso se pasa por una parte donde en las paredes hay enganchada una cadena para que aquellos que tienen más miedo puedan sujetarse ya que la caída es bastante y para evitar posibles accidentes, dando un toque de aventura a la subida.
Un poco más adelante se encuentran unas pozas y si el día es de calor como el que nosotros estábamos teniendo es inevitable bañarse. Pero por favor hacerlo con algo de ropa, aunque sea interior, que nosotros vimos a una pareja allí a la vista de todos como su madre los trajo al mundo…
Fue en una de estas pozas donde sufrí mi segundo accidente. Pues me encontraba yo con el agua por la cintura y perdí pie al moverme en una poza y entre eso y la fuerza de la corriente, y tampoco voy a negar que yo me resistiera demasiado, me deje llevar a disfrutar del frescor del agua de la montaña…
Pero un poco más adelante, puede que no llegue a 400 metros se encuentra la segunda chorrera, la chica, otro sitio donde muchos se detienen y no siguen hacía arriba pero nosotros íbamos hasta el final, o al menos lo iba a intentar por que…
…En la chorrera chica, intentando hacer una foto caí desde una altura de un metro a la corriente de agua, por suerte la cámara la tenía Bea en la mano pero el movil iba en mi riñonera, caí sobre la mano derecha levantándome casi antes de tocar el fondo pero esta vez si me hice daño, mucho daño, de hecho el dedo indice derecho aun me duele meses después mientras escribo estas líneas… La montaña se había propuesto impedir que subiera, pero yo me había propuesto llegar hasta el final.
Sigue la subida, un bosque de musgo y moscas y el ultimo repecho a la cima
Con mi móvil dando bocanadas por sobrevivir tras haberse caído conmigo al río, mi mano dolorida y un cansancio extremo seguía subiendo junto a Bea que iba fresca como una rosa.
Vimos algún árbol impresionante y algunas partes del río donde refrescarnos y de repente entramos en un bosque con arboles y rocas blancas pintadas de verde por un musgo que cubría allí por donde mirases, pero había algo más en aquel lugar, moscas, muchas moscas, millones de moscas que te hacían imposible disfrutar del camino (¿otra jugada de la montaña?), pero había que subir, ya no sabíamos cuanto podía faltar, pero encontramos a unos chicos que nos habían pasado un rato antes y nos dijeron algo así como:
-Cuando terminen las moscas, a la izquierda, hay una ultima subida y ya habréis llegado.-
No íbamos a rendirnos tan cerca, el río ya no estaba y las moscas quedaron atrás en un lugar digno de hacer una acampada donde se veía la última subida en terreno de gravilla para llegar y decidimos atacarla, hasta que por fin vimos la cima…
La cima del Rocigalgo
La cima de esta montaña no es tan espectacular como la de otras, es casi una meseta y hay una alambrada bastante alta que la parte en dos, aunque junto al hito hay una plataforma de madera donde poder descansar.
De hecho allí conocimos a un matrimonio de Madrid que estaban haciendo algo parecido a nosotros y pasamos un rato hablando con ellos antes de hacer las fotos de la cima…
La bajada y una ración de «venao»
Tras hacernos las fotos comenzamos a descender, yo estaba dolorido y agotado y se me hizo un poco pesada, de hecho llegamos casi de noche al coche y en la misma encontramos por el sendero dos víboras que dejamos en paz y rodeamos con cuidado.
Nos sorprendió que ya con el sol desaparecido en el horizonte encontramos a una pareja que buscaba la chorrera grande, estando ya en la pista. Iban como para una fiesta, con zapatos de calle incluso, e intentamos persuadirles de que no lo hicieran, pero ellos continuaron su camino y nosotros el nuestro.
Por fin llegamos al coche y decidimos parar a planear nuestros siguientes movimientos en el bar del aparcadero para tomar nuestros refrescos post ruta y al llegar decidimos cenar una ración de venado que estaba realmente exquisita.
Disfrutamos de nuestro descanso y decidimos que al día siguiente subiríamos el Pico Amor de Ciudad Real de modo que cuando terminamos de cenar nos fuimos a buscar un pueblo donde dormir…
Conclusiones
El Rocigalgo no es una montaña de gran dificultad, aunque si tiene un recorrido duro y viendo que encontramos dos víboras, indica que hay que tener cuidado de donde nos sentamos, por donde pasamos, no tener partes de las piernas descubiertas…
Como montaña es una pasada, ya que ves muchísimos tipos de terreno, puedes refrescarte y disfrutar de soledad cuanto más arriba subes.
Al tener diferentes puntos de fin de etapa se puede decidir hasta donde se llega, sobre todo si no se vive muy lejos ya que se puede ir haciendo escalonado y nunca te sentirás que la montaña te ha vencido, aunque a veces, como me hizo a mi, casi lo consiga…