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El ramen de la muerte

Esta historia tuvo lugar en el road trip que hicimos por Almería, esperando que pudiéramos encontrarnos sin comida, llevamos un hornillo de montaña y bombonas para hacer ramen de supervivencia, pero para eso hubo que comprarlo, pues bien dejadme que os cuente la historia del ramen de la muerte

Todo comienza cuando estábamos preparando el equipo para el road trip; Javi, uno de mis compañeros en esa aventura, me dijo: «tenemos que comprar ramen, es barato, no hay que mantenerlo y nos puede sacar de más de un apuro»

Bueno en verdad me contó una historia de como el lo usaba en el club de montaña de la universidad de Granada para cuando subían a Sierra Nevada, pero básicamente quería decir eso

De modo que fuimos a un almacén de comida asiática que hay en Córdoba y allí preguntamos por el ramen y el dependiente chino que había allí nos recomendó uno que según él no picaba mucho (yo creo que el tío todavía se esta riendo).

Por fortuna no nos fiamos del todo y compramos algunos mas de marcas más conocidas por si las moscas…

La cuestión es que durante el primer día de viaje no tuvimos ocasión de comer en ningún sitio y al llegar al camping en el restaurante había una boda y tuvimos que tirar de nuestra comida de emergencia.

Decidimos comernos el ramen que nos recomendó el «simpático tendero», y lo preparamos para empezar a comer y descubrir que te puedes pintar los labios sin barra…

A mi me gusta el pique y lo sufrí menos, pero mis compañeros de andanzas lo llevaron mucho peor, aquello parecía sacado del mismo caldero de satán.

Se les pusieron lo labios rojos, de hecho hasta se nos durmieron, la sensibilidad en la lengua se nos fue, yo que estaba resfriado estuve un buen rato con la nariz despejada.

Las risas eran brutales al vernos unos a otros, sobre todo cuando hasta alguna lagrimilla se escapaba o algún arrebato de tos nos golpeaba.

Creo que nos lo comimos más por honra que por otra cosa, ya que por fortuna teníamos más, pero el espectáculo era dantesco y no queríamos dejarlo. En el fondo es que somos un poco masocas…

Aquel chino nos había dado, parafraseando a los Simpsons, guindillas cultivadas en un manicomio guatemalteco en lugar de picor suave, y mientras sufríamos y nos reíamos solo podíamos decir…

¡¡Maldito Chino Cudeiro!!

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