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Subida a la Tiñosa, el techo de Córdoba

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La Tiñosa, el pico más alto de la provincia de Córdoba, nos esperaba ese día en el que el sol de Junio, como no podía ser de otra manera en esta provincia, golpeaba con una fuerza que poco debía de envidiar a los temidos Julio y Agosto.

Nosotros quedamos en la Rambla, cuatro «insanes», como dicen los ingleses, que nos dirigimos en coche hacía el pico buscando el inicio de nuestro track en el pueblo de Lagunillas. Aunque nos perdimos varias veces por las estrechas carreteras que rodean la montaña.

El ascenso

Desde el pueblo comenzamos la subida por una pista de tierra rodeada de parcelas y de perros que ladran sin parar.

Pasamos por una casa rural antes de comenzar la primera subida, aun civilizada, y que lleva a un espacio donde hay que pasar una cancela que nos abre el camino hasta una granja y hay que cruzarla cerrando otra verja justo antes de que la pista se convierta ya en un camino.

En este camino y con un suave pero continuado ascenso seguimos junto al cauce seco de un río y hasta que se ven los restos de una casa abandonada, desde la cual ya se vislumbra lo que nos venía encima… y la cual nos acabó sirviendo de referencia y refugio en el descenso que realizamos…

Poco después de la casa hay un par de árboles, los últimos de toda la jornada, donde pararse a tomar algo y descansar bajo la sombra de sus espesas ramas es algo casi obligatorio, ya que para lo que viene es necesario recuperar fuerzas.

El ascenso desde este punto resultó bastante duro, pudiendo escoger entre dos sendas, pero la verdad es que ninguna de las dos es lo que se puede decir sencilla, y cuando las fuerzas comienzan a fallar, se llega a un collado, mostrando la Tiñosa en su punto más bajo a la derecha que te mira desafiante, pues esta montaña no vende facilmente su corona.

Es en este punto donde se pueden ver los dos valles del collado y donde nos encontramos con un grupo de personas que venían de vuelta diciéndonos que estábamos locos por la hora a la que subíamos, pero la verdad es que al perdernos dos veces para llegar hasta Lagunillas, empezamos pasadas las doce del mediodía.

A partir de este punto es donde comienza la parte más dura del ascenso, recuerdo que empecé con los bastones, mientras que el camino se iba haciendo más empinado hasta el punto de tener que guardarlos y subir ayudándome con las manos y tener que realizar los últimos metros haciendo escalada por una pared que si no estaba a 90 grados, poco le faltaba.

Pero pasado este tramo, el sol, que ya había decidido declinarse un poco, nos dio junto a una pared de roca la posibilidad de refugiarnos y sentarnos a comer. (ya sabéis que el bocadillo de chorizo es sagrado).

Nuestro guía David, el único que había bajado el track, nos llevó por una ladera de la montaña donde perder pie significaba rodar ladera abajo por la roca sin control hasta parar contra unos matorrales espinosos de Abulaga (Genista Hirsuta) que no darían una bienvenida muy cálida al que se accidentase.

De este modo llegamos a una cueva espectacular cuyo suelo estaba formado por mantillo de excrementos de cabra que sin duda se refugiaban aquí los días de lluvia o de más calor. Lo que aún me pregunto es como en aquel sitio de tan difícil acceso había excrementos de vaca…

Tras las pertinentes fotos seguimos nuestro camino por la ladera ascendiendo de nuevo y ya cresteando por la loma de la montaña, se rendía ante nuestros esfuerzos, y donde lo más problemático eran las hierbas secas que entraban en las botas como si no llevases nada… pero el Vertice estaba cerca.

La cima

Llegamos al punto más alto de Córdoba, habíamos coronado la Tiñosa, 1570 metros. La alegría era extrema, las vistas espectaculares y el sol por mucho que nos castigara no nos había impedido llegar, aunque las reservas de agua habían mermado bastante y me preocupaba que tuviéramos para volver, así como la bajada por la pared vertical, pero en ese momento estábamos en la cima.

En la cima de la Tiñosa hay una caja donde los visitantes dejan recuerdos, sus dedicatorias, sus firmas… y nosotros no íbamos a ser menos, y mi compañero Borja y yo firmamos recordando a Emilio quien ya no está entre nosotros y le dedicamos esta cima al grito de «Hoy estamos un poco más cerca».

Tras descansar un poco y hacer las fotos pertinentes, decidimos comenzar el descenso, sin saber aún muy bien cómo íbamos a realizarlo, pero hasta la cueva el camino sería el mismo.

Ibamos hacía la cueva mientras Bea me explicaba como debía de bajar haciendo escalada, pues aunque me he visto muchas veces bajando y subiendo por árboles y rocas no había acontecido la tarea que se supone íbamos a hacer…

El descenso

Y digo se supone porque, cuando llegamos a la cueva de nuevo, mis compañeros empezaron a pensar que lo mejor sería bajar desde allí por las rocas, en lugar de bajar por donde habíamos venido.

La verdad que parecía menos difícil, pero cuando cruzábamos hacia las rocas yo perdí pie y tuve la suerte de poder apoyarme con las dos manos en la roca quedando prácticamente colgando mientras decía “me voy”, no tenia miedo, simplemente pensaba que me iba hasta abajo y allí se acababa todo. Por suerte pude incorporarme de nuevo y decidí que no debía de asustarme, he subido y bajado laderas similares toda mi vida en las Jaras en Córdoba y sabía perfectamente que hacer, solo necesitaba concentrarme.

Recogí la cámara y los bastones, iba a necesitar las manos para la empresa que me esperaba.

Nos bebimos el agua que nos quedaba y antes de comenzar el descenso me giré a la mole rocosa y le dije “Namaste” en señal de respeto. Sí, ya se que son cosas que no sirven de mucho, pero te hacen centrarte en lo que vas a hacer y la concentración lo es todo.

Comenzamos el descenso, y me dedique a buscar una zona por la que bajar, según la orografía debía de haber un surco de agua de escorrentía que tome como sendero usando la técnica de los tres saltos.

De ese modo llegamos todo lo abajo que pudimos hasta un punto donde parecía que había un track que giraba por la falda de la montaña y después siguiendo una loma hacia la casa derruida, pero el sol nos estaba matando, no teníamos agua y las fuerzas flaqueaban, entonces recordé que llevaba en la mochila las manzanas. Siempre llevo manzanas desde la crestería de la Sierra de Esparteros.

Saqué las manzanas y las repartí. Nos las comimos refugiados bajo unos matorrales, aquello nos dio una vida extra y energías necesarias para seguir andando al menos hasta la casa, donde Borja derrotado por el sol fue a tumbarse sobre una pared a la sombra de la montaña que estaba al otro lado del valle y que el sol ya proyectaba.

Cuando nos reunimos todos decidimos cruzar el cauce seco del riachuelo y tomar el sendero de vuelta, pero las dificultades no habían terminado, pues al llegar a la granja nos encontramos con dos mastines que nos impedían el paso, pero afortunadamente Borja y David dominaron las situación, mientras Bea y yo poníamos tierra de por medio.

De este modo llegamos a la pista de tierra, pero la sed era ya inaguantable, sentíamos que el cielo de la boca se espesaba y no encontrábamos ningún lugar donde poder beber agua.

Mis compañeros ya pensaban solo en un bar pero yo estaba seguro de que en alguna casa nos llenarían las botellas y así fue como pare en una casita donde nos ayudaron y llenaron dos botellas para beber y de ese modo poder llegar a Lagunillas, sentarnos en un bar y disfrutar del final de la ruta.

He de decir que llevábamos más de 3 litros de agua cada uno pero la temperatura era muy alta, y el esfuerzo enorme por lo que recomiendo empezarla temprano si se hace en verano, por supuesto crema solar y alguna gorra, y siempre unas manzanas que pueden darte una vida extra.

Este ha sido mi segundo techo de Andalucía y he de decir que he ido bastante bien a pesar de la dificultad y la sed. La Tiñosa ha sido una de esas montañas donde uno debe de tener cuidado y al mismo tiempo disfrutarla, pero con respeto, pues todos los años ocurren accidentes en ella.

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