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En busca del Rhododendron ponticum

Antes de empezar esta aventura me gustaría poneros un poco en situación… hacía unos meses que comencé a salir de rutas con un grupo de Sevilla, y hacía dos meses que nuestro guía llevaba preparando esta salida.

Dos meses que son los necesarios para que todos los permisos estuvieran en regla pues íbamos a entrar en una de las zonas más protegidas de Andalucía si no de España. Tanto que no solo es necesario pedir permiso con dos meses, sino que además este permiso se le ofrece a pocas personas y solo en ciertos días del mes.

Nuestro guía había calculado la fecha, quería que encontrásemos una flor que esta en peligro de extinción en el Mediterráneo, el Rhododendron Ponticum subsp. baeticum. Y digo en el Mediterráneo por que a pesar de que su hábitat es algunos valles profundos de Andalucía y el sur de Portugal, es en Inglaterra debido a su clima más «amable» donde se ha convertido en una plaga.

Tiene gracia decir que esta planta tiene un clima más amable en el norte de Europa, pero hay que tener en cuenta que es un fósil viviente. Establecida en los canutos de la sierra del Aljibe y del Campo de Gibraltar, lugar donde nos dirigimos, proviene del periodo terciario.

Sobreviviendo en estos enclaves a la última glaciación, razón por la cual se reproduce mucho mejor en climas a los que algún extranjero fascinado por su belleza, llevaría hace ya algunos años despertando el instinto colonizador de una planta sometida al calor y la sequía, encerrada en valles profundos cuando de repente enraizaría de nuevo en frías y húmedas tierras como las que su ADN recuerda de hace millones de años.

Es por estas razones que es tan difícil de encontrar y nosotros nos disponíamos a buscarla, por varios de los emplazamientos donde suele florecer, y claro ya que estábamos descubrir algunas cosas más…

Comienza la aventura

Tras un viaje en coche de más de dos horas, por fin llegamos a nuestro campamento base, nos preparamos y comenzamos un ascenso de varios kilometros por una pista sin apenas sombras que nos permitía ver en el horizonte que dejábamos atrás, África, el continente negro, e incluso se podían distinguir ciudades como Ceuta, Tanger, Gibraltar o Algeciras, mientras nuestro ascenso constante y zigzagueante, nos llevaba hasta el Cerro de la Vacas uno de los puntos más altos y al tiempo el más sencillo que coronaríamos en nuestra aventura del día… Siempre vigilados por el monte Jbel Musa, la montaña más alta que desde el otro continente nos observaba.

Tras descansar un poco y comenzar el descenso por la otra cara, nos salimos del camino y comenzamos a caminar campo a través,  nuestro destino el Bosque de Niebla y el Pico Luna, primeros lugares donde comenzar a buscar.

El Bosque de Niebla y el Pico, Luna

No habíamos recorrido mucho por entre la maleza cuando un pequeño prado se abrió ante nosotros y en el una recua de caballos hacían guardia como esperando ver si en verdad nos atrevíamos a entrar en el Bosque de Niebla.

El nombre no le viene mal, ya que cuando sopla el viento de levante, este espeso bosque se llena de niebla debido a la densidad de los árboles que lo componen y de la humedad que guardan. De hecho cuando nosotros entramos no había niebla pero a menos de treinta metros dejabas de ver a tus compañeros, por lo que íbamos esperándonos unos a otros.

Mientras lo cruzábamos pudimos ver unas flores lila y pensamos que la habíamos encontrado pero no era así, ya que aunque hermosas, no eran aquella que buscábamos.

Atravesamos el bosque y comenzamos la ascensión del Pico Luna, sin sendero, atravesando entre macizos arbustos espinosos, mientras el viento soplaba con tanta fuerza que más de una vez me empujaba contra los afilados zarcillos de los matojos que por su consistencia y densidad me mantenían en pie, no sin sufrir su envite.

Así continué ascendiendo hasta que mis doloridos pies, aun no recuperados de mi última caminata descalzo por la playa días antes, dijeron basta ante el obstinado esfuerzo de la vegetación y el viento.

De modo que unos pocos decidimos detenernos antes de llegar a la cima, descansar y comenzar el descenso. Pero otro grupo, los más acostumbrados a la montaña llegaron hasta la cima. No sabéis como maldije mis pies abiertos.

Nosotros comenzamos el descenso, prácticamente incomunicados, por que los teléfonos pensaban que se encontraban en Marruecos y no podíamos usar datos. Aún así el grupo que ascendía nos dijo que comerían arriba y nosotros los esperamos en un pequeño claro entre el Bosque de Niebla y la montaña.

Regresaron al poco tiempo contándonos las vistas y los juegos con las rocas que habían encontrado (Ojalá mi estado físico hubiera sido mejor).

Nos volvimos a poner en marcha volviendo por la misma senda que habíamos recorrido en el Bosque de Niebla, cuando ya preocupado por no reconocer el lugar, vi uno de los caballos se había adentrado entre la arboleda como para indicarnos la salida que estaba ya bastante cerca.

La Flor del Terciario

Salimos del Bosque de Niebla y tras un corto trecho el camino se vuelve mucho más sombrío, los alcornoques se habían vestido con el musgo llamado barba de chivo y el terreno se humedece, el lugar perfecto para encontrar al Rododendro, y de hecho allí lo encontramos.

Una flor majestuosa que estaba ante nosotros y aunque al principio hubo pocas a los pocos metros de caminata comenzamos a verlas en ramilletes, vigorosas y espectaculares, de hecho ninguno de los integrantes del grupo pudo resistirse a fotografiarlas. Eso sí nadie cortó ninguna.

El Tajo de las Escobas

Habíamos cumplido uno de los objetivos de nuestra ruta, pero aun quedaban algunos y el Tajo de las Escobas era otro de ellos, a este pico se puede acceder por camino y aunque mis doloridas piernas se quejaban no dude en iniciar el ascenso para llegar a un parque de antenas que aunque afeaban el triunfo de haber llegado a la cima no se interponían entre las magnificas vistas y nosotros.

Pero lo mejor aun estaba por llegar…

El Río Guadalmesí (Río de las mujeres)

Descendimos del Tajo de las Escobas y nos introducimos en la foresta de nuevo buscando el río que al principio se hacía el duro, aunque el terreno estaba algo fangoso, cuando de repente nos vimos rodeados de helechos, multitud de ellos, tantos como en los bosques de Galícia. Nunca hubiera podido imaginar que en Andalucía hubiera un  bosque de helechos que crecían a la sombra de los alcornoques y sobre ellos, llenándolo todo con sus formas tan reconocibles.

Mientras andábamos de repente escuchamos a nuestra izquierda una cascada y por fin encontramos el río, de hecho algunos hasta aprovecharon para darse un baño en sus frías aguas, y aunque estábamos ya caminando hacia los coches aun faltaban muchos kilómetros, de modo que tras un breve descanso continuamos nuestro camino.

Caminamos entre helechos, alcornoques y rocas, con el río al lado durante algunas horas, mientras que el terreno se hacía en algunos momentos muy duro con rocas sueltas, senderos que subían y bajaban pequeñas lomas, el agua me comenzaba a escasear y aunque tuviera un río al lado no me atrevía a beber de él y sobre todo mis piernas que luchaban por mantener el ritmo, pues ya no solo eran los pies, sentí que mi rodilla se agarraba a la rodillera como si le fuera su integridad en ello.

Pero cada curva, cada paso, cada cuesta arriba o abajo que sobrepasaba era un regalo para la vista.

Al fin dejamos el río Guadalmesí atrás y regresamos a la pista para tomar los coches y volver a casa…

Conclusiones

Para mi esta ruta ha sido muy dura por mi estado físico, pero una de las más bonitas que he hecho desde hace mucho tiempo. En algunos momentos parecía que un elfo, un gnomo o un unicornio pordrían salir a saludarte.

El bosque de helechos fue toda una sorpresa, las vistas del estrecho te hacen sentir pequeño y el poder ver al Rhododendron ponticum ha sido tan fascinante que decidido hasta dedicarle el título de la entrada.

No puedo dejar de dar las gracias a todos los miembros de Amigos Senderismo por acogerme y en especial a Javi por las rutas que nos plantea y los paraísos que nos está haciendo descubrir tan cerca de nuestras casas…

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