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Subida a El Terril, el pico más alto de Sevilla

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  • Categoría de la entrada:Senderismo y +
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Todo empezó como empiezan muchas de las grandes aventuras , con una idea que surgió así de repente

-¿te vienes a subir el Terril el domingo?

-Claro, tengo muchas ganas.- fue mi respuesta, sin tener muy en cuenta que el día de antes me iba a hacer mi bautismo montañero a la Sierra de Esparteros

La cuestión es que tras casi morir bajando la Sierra de Esparteros me dijeron que no iba a poder subir el Terril y eso ya fue como un “no vas a ser capaz” y esa expresión no existe en mi vocabulario, de modo que fui a casa, tome un baño relajante, me embadurne las piernas en aceite de tigre y me acosté temprano, al día siguiente tocaba una subida muy especial para mí.

Me levanté y fui hasta el lugar de encuentro, el pueblo de Algamitas a una hora y media de casa en coche, allí me encontré con Bea, Pedro y Guno mis dos compañeros  en la aventura y el perro bodeguero que acompaña a Pedro, de modo que comenzamos el ascenso desde los parkings en la base de la montaña.

Las piernas se resentían un poco, pero podía ir subiendo, sobre todo por que mis compañeros iban disfrutando de las vistas, de la montaña, de cada paisaje o de cada collado que el terreno nos ofrecía.

El ascenso no es especialmente complicado, tras pasar por una zona de vegetación espesa y llena de amapolas se asciende un poco y se llega a un collado espectacular aun bastante abajo, desde ahí se ataca la falda de la montaña y se sube hasta una altura respetable en medio de dos de los tres picos que tiene la montaña.

Desde ese momento donde ya apenas hay vegetación se entra en el reino del aire, el cual sopla desde todas direcciones y solo en algunos momentos, refugiándote tras algunos matorrales, deja de golpearte.

No obstante el camino es espectacular, las vistas llegan donde no puedes ni imaginar y las fotos surgen solas, tanto de lo que tienes delante, como de los compañeros.

Yo no pude evitarlo y en un arrebato, recordando mis tiempos en los bosques de Polonia*, dí varios gritos que mis compañeros entre risas replicaron. Creo que era algo que tenía muy dentro y que tenía que sacar después de todo lo sufrido en el confinamiento.

Tras ir por una senda apenas visible entre la alfombra de hierba, cortada por los dientes de las ovejas que por allí pasean, se llega, tras un collado y un último repecho, hasta el vértice que está a 1129 metros de altura.

Allí paramos para comer refugiados tras unos matojos espinosos, disfrutando de las maravillosas vistas, mientras unas águilas nos sobrevolaban, y frente al monte Algamitas solo 8 metros más bajo y mucho más complicado de subir ya que hace falta trepar por algunas cadenas. Pero aquel monte iba a ser para otro momento.

Tras comer fuimos a hacernos las fotos en el vértice esperando el momento en el que no hubiera gente, pues como es una montaña no demasiado complicada puedes ver familias subiendo, aunque no es para nada molesto como puede pasar en Majaceite, y desde allí comenzamos el descenso cresteando y disfrutando de la conversación y de las vistas.

Finalmente nos costó entrar en el coche, era como si no quisiéramos despedirnos de El Terril, como si necesitáramos más, tanto que paramos en el pueblo y estuvimos un par de horas en un bar charlando, intercambiando impresiones y finalmente surgio el germen de otra aventura, como surgen muchas de ellas…

¿Y si nos vamos a…?– Pero eso os lo contare en otra ocasión, pues aun se está preparando….

He de decir que ha sido un fin de semana intenso con la Sierra de Esparteros y El Terril, pero ha sido fantástico. Sobre todo este último que no tiene demasiada dificultad y que se puede subir tranquilamente disfrutando de la montaña sin necesidad de un gran entrenamiento.

Mis recomendaciones son llevar buen calzado, unos bastones para el ascenso y descenso, un cortavientos (yo lo dejé en el coche), algo para cubrir la cabeza y crema solar para no quemarte, por que el viento quita sensación térmica pero el sol golpea igual de fuerte y te quema la piel… de hecho yo incluso con la crema me quemé y me estoy pelando como una gamba.

*Teníamos una coña mis compañeros y yo donde cuando volvíamos al pueblo gritábamos desde lo alto de las colinas con el grito.

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